viernes, agosto 25, 2006

Distante Epílogo

“Bueno, salimos a ese sol maldito, y sentí una mala vibración en el occipucio que no me gusto para nada"
(Andrés Caicedo)

Para aquellos viejos poetas que escriben o describen esos fragmentos de amor, rimas por el alma, tinturas de nostalgia y tristes verdades, quiero embellecer un poco sus versos y denotar mi formal admiración, por aquel arte especifico de saber rimar.

...El tiempo ha angostado la fisura y la ha hecho, por lo tanto, más profunda, mientras yo por cada verso le he permitido arrancarme un escalofrió de dicha, una gota de cristal que bajaba a causa de las hermosas sensaciones que se despertaban por lo leído.
Hoy te pido que me disculpes mientras le encuentro balance a mi respiración y mientras tanto respiro con la tuya y así no te dejo que respires, ahogándote en aquel momento sin saber si algún día volverá o sin saber si deseo verlo de vuelta.

De todos modos, cada nuevo día sale un nuevo sol y yo poco a poco encuentro un poco mas de sentido a eso a lo que llamas amor, en fin, es extraña tu manera de hablar y la siempre hilaridad diligente en cada detalle..Siempre le observo los labios, carne floja, yo lo se, son gusanos lisos enredados entre los dientes, que son, ya lo se, otro de esos misterioso y mágicos errores de la naturaleza, y sin darme cuenta en de cada fina comisura robaba un poco de su esencia, que me llevaba a un eterno letargo de estupidez.

De alguna manera vine a encontrar el aire de la calle mientras ellos, yo no se, como que daban explicaciones nulas que no aliviaban, ya en la lejanía, mi dolor. Esta vez aseguro que se duda que toda esta historia son letras, pasajes, ecos de vuelta y que poder agradecer es crecer.

Al final hecha un río de pensamientos urgentes ella volvería a ponerse al lado mío, para finiquitar este espacio, sentirse rara otra vez y estrepitosamente reconocer nimiamente la coincidencia de ser vecinos de nuestros mundos...porque esta vez coincide que los dos estamos aquí.

El fin de su apurado vuelo es la sentencia de otra más de sus partidas, dejando tras su paso un surco luminoso que envuelve dos besos, uno en el recuerdo y otro en el olvido.

“Invisible como las chicharras que se mueren de tanto cantar, porque con la sombra novedosa de cada árbol se ensilenciaba a nuestro paso. Sabido es que a las chicharras les rasca el sol y cantan para olvidarse. Cuando no cantan, duermen un sueño tonto. Cuando cantan en exceso revientan (En busca de la droga que los volviera invisible)"

(Andrés Caicedo)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Más de mil Gracias...por los eternos dos besos: "Uno para que te acompañe y otro, en la frente"
Siempre queriéndote...